A las sirenas también se las conoce facilmente, no solo por sus nombres relacionados con el mar, sino también por sus nombres mitológicos femeninos como ninfas de mar, divinidades marinas, Nereidas, Oceánides, Ondinas, Náyades…
Tu vida es un gran río, va caudalosamente. A su orilla, invisible, yo broto dulcemente. Soy esa flor perdida entre juncos y achiras que piadoso alimentas, pero acaso ni miras.
Cuando creces, me arrastras y me muero en tu seno; cuando secas, me muero poco a poco en el cieno; pero de nuevo vuelvo a brotar dulcemente cuando en los días bellos vas caudalosamente.
Soy esa flor perdida que brota en tus riberas humilde y silenciosa todas las primaveras.
Tras de inútil fatiga, que mis fuerzas agota, caigo en la senda amiga, donde una fuente brota siempre serena y pura, y con mirada incierta, busco por la llanura no sé qué sombra vana o que esperanza muerta, no sé qué flor tardía de virginal frescura que no crece en la vía arenosa y desierta.
De la oscura Trabanca tras la espesa arboleda, gallardamente arranca al pie de la vereda La Torre y sus contornos cubiertos de follaje, prestando a la mirada descanso en su ramaje cuando de la ancha vega por vivo sol bañada que las pupilas ciega, atraviesa el espacio, gozosa y deslumbrada.
Como un eco perdido, como un amigo acento que sueña cariñoso, el familiar chirrido del carro perezoso corre en alas del viento y llega hasta mi oído cual en aquellos días hermosos y brillantes en que las ansias mías eran quejas amantes, eran dorados sueños y santas alegrías.
Ruge la Presa lejos…, y, de las aves nido, Fondón cerca descansa; la cándida abubilla bebe en el agua mansa donde un tiempo he creído de la esperanza hermosa beber el néctar sano, y hoy bebiera anhelosa las aguas del olvido, que es de la muerte hermano; donde de los vencejos que vuelan en la altura, la sombra se refleja; y en cuya linfa pura, blanca, el nenúfar brilla por entre la verdura de la frondosa orilla.